Hace unos años, entré en una startup de 12 personas en Utrecht para lo que se suponía iba a ser una auditoría financiera. En su lugar, encontré un funeral. No uno real, algo más sutil, más insidioso. No había lágrimas. Solo silencios nerviosos, risas forzadas y miradas de reojo durante las reuniones. El fundador me recibió como quien sostiene un jarrón que ya se ha roto. “Algo no va bien”, me susurró. No era el flujo de caja. Era el chisme. Al final del mes, dos personas clave se habían ido, la cultura se había resquebrajado, y el negocio nunca se recuperó.
EL PORQUÉ
Si diriges un equipo pequeño en los Países Bajos, entre 3 y 20 personas, tu empresa no es solo un negocio. Es un organismo social. La confianza no es un “nice to have”; es la infraestructura. El chisme, esa erosión suave pero constante del alineamiento, no solo daña la moral. Rompe los ligamentos que sostienen a una microempresa: lealtad mutua, gobernanza clara y capacidad de autocorrección. Y como las pequeñas empresas carecen del acolchonamiento institucional de las corporaciones, la decadencia comienza de forma invisible, pero se propaga rápido.
LOS NÚMEROS
Vamos a ser pragmáticos:
- En equipos de menos de 20 personas, un solo jugador tóxico puede reducir la productividad entre un 20% y un 40%, no por bajo rendimiento, sino por distraer a los demás.
- Según una encuesta de 2024 a microempresas neerlandesas, el 72% de los empresarios reportó haber perdido la confianza en al menos un empleado clave debido a chismes o alianzas informales.
- ¿El coste promedio de reemplazar a un empleado de nivel medio en un microequipo? Alrededor de €9.500 en costes directos e indirectos (onboarding, tiempo perdido, retrabajo, exposición legal).
- Pero el coste intangible, desconfianza del cliente, fragmentación del equipo, agotamiento del liderazgo, rara vez aparece en tu cuenta de pérdidas y ganancias.
LO QUE NADIE TE DICE
La lealtad no es obediencia ciega. Y el chisme no siempre es malintencionado.
A veces empieza con buenas intenciones: “Solo estoy desahogándome”, “No quiero causar problemas”, o el clásico neerlandés, “Even eerlijk zijn”. Pero cuando las quejas son fuera de canal, repetidas o trianguladas (hablas con A sobre B, en vez de con B directamente), empiezan a mutar en una red subterránea de desconfianza. Y aquí va una verdad incómoda:
La mayoría de los chismes en empresas pequeñas son un síntoma de gobernanza débil, no solo de mal comportamiento.
Las personas chismean cuando:
- Se sienten ignoradas.
- No existe un canal seguro para dar retroalimentación.
- El liderazgo parece inconsistente, poco claro o emocionalmente ausente.
En otras palabras: si tu gente susurra, tu estructura ya tiene filtraciones.
BRÚJULA DE DECISIÓN
Pregúntate, ahora mismo:
-
¿Qué tolero en silencio?
(Tu silencio a menudo se interpreta como aprobación.) - ¿Tengo una vía formal para que las personas expresen inquietudes sin drama?
- ¿Los roles del equipo y los derechos de decisión están claros o son “entendidos”? (Lo que se entiende, a menudo se malentiende.)
-
¿Quién siempre sabe “lo que realmente está pasando”?
(Pista: puede que sea tu broker de poder informal, útil o peligroso.) - ¿Cuándo fue la última vez que reforcé el “por qué” detrás de nuestra misión, no solo el “qué hacemos”?
REFLEXIÓN FINAL
Todo emprendedor dice que quiere lealtad. Pocos se preguntan qué la merece. El chisme prospera donde falta claridad, se evita el coraje y se dejan heridas pequeñas sin tratar. La lealtad, en cambio, exige estructura visible, límites transparentes y una cultura donde la verdad tenga un hogar.
Una pequeña empresa puede sobrevivir a un mal trimestre.
No sobrevivirá al silencio crónico en los pasillos.
Construye tu gobernanza no como burocracia, sino como una forma de amor:
Amor por las personas que entran cada mañana, preguntándose si todavía pertenecen.
Co-Creator of Xtroverso | Head of Global GRC @ Zentriq
Paolo Maria Pavan is the structural mind behind Xtroverso, blending compliance acumen with entrepreneurial foresight. He observes markets not as a trader, but as a reader of patterns, tracking behaviors, risks, and distortions to guide ethical transformation. His work challenges conventions and reframes governance as a force for clarity, trust, and evolution.
