Ir al contenido

El Ego Peligroso de la Generación X: Por Qué Debemos Evolucionar para Apoyar a las Generaciones Y y Z

30 de octubre de 2024 por
El Ego Peligroso de la Generación X: Por Qué Debemos Evolucionar para Apoyar a las Generaciones Y y Z
Paolo Maria Pavan
| Sin comentarios aún

Paolo, has mencionado antes que el verdadero problema no está en la Generación Y o Z, sino en el ego de la Generación X. ¿Podrías explicar a qué te refieres con eso?


Ah, ahora estamos llegando al fondo del asunto. Cuando digo que el verdadero problema es el ego de la Generación X, no estoy señalando a una generación solo para causar controversia. Estoy señalando una mentalidad que está frenando el progreso. Mira, la Generación X es la generación que creció con esta mentalidad de "sobreviviente"—nos enseñaron que si trabajabas duro, seguías las reglas, mantenías la cabeza baja, lo lograrías. Fuimos los niños con llaves de casa, los que tuvieron que resolver las cosas por su cuenta, y eso creó una cierta resiliencia. Pero también nos hizo desarrollar un apego fuerte a los sistemas que nos moldearon, incluso cuando esos sistemas comenzaron a fallar.


Ahí es donde entra el ego.


La Generación X tuvo que luchar para hacerse un lugar en un mundo que cambiaba rápidamente, y muchos de nosotros todavía estamos atrapados en esta postura defensiva, aferrándonos a las viejas estructuras porque eso fue lo que nos funcionó. Pensamos: "Oye, si lo logramos, ¿por qué ellos no pueden?" Ese es el ego hablando—la idea de que, porque hemos sobrevivido a ciertos desafíos, todos los demás deberían pasar por el mismo esfuerzo. Nos decimos a nosotros mismos que nuestra experiencia de lucha y esfuerzo nos da una especie de superioridad, pero en realidad, eso nos está frenando para adaptarnos al mundo tal como es ahora.


Aquí está la clave: el mundo que moldeó a la Generación X ya no existe, pero muchos de nosotros nos negamos a dejarlo ir. Todavía creemos que la lealtad, la jerarquía y el sacrificio al sistema son los pilares del éxito. Y cuando vemos que las generaciones Y y Z no compran esos valores—cuando exigen flexibilidad, sentido, y autonomía—reaccionamos a la defensiva. El ego nos dice: "No lo están haciendo bien" o "No entienden lo que significa trabajar duro". Pero la verdad es que entienden algo más profundo: el sistema está roto para ellos, y no están interesados en jugar con reglas que no conducen a la realización.


El problema es que el ego de la Generación X todavía intenta proteger un sistema que ya no sirve al futuro. Nos aferramos a nuestra versión de lo que "nos hizo fuertes", en lugar de darnos cuenta de que la fortaleza hoy en día es diferente. Mantenemos el control, pensando que si aflojamos el agarre, todo se desmoronará. Pero aquí está la cuestión: las generaciones Y y Z no necesitan las mismas estructuras que nosotros. No necesitan demostrar su valía a través de una interminable rutina o lealtad a sistemas que explotan su tiempo y energía.


Cuando hablo del ego de la Generación X como el verdadero problema, es porque tenemos miedo de soltar. Tenemos miedo de admitir que las reglas con las que vivimos pueden estar obsoletas. Que el mundo está evolucionando más rápido de lo que nos sentimos cómodos. Y en lugar de abrazar ese cambio, nos aferramos, tratando de imponer viejas ideas sobre el trabajo, el éxito y la lealtad a generaciones que no ven el valor en ellas.


Pero seamos realistas: la Generación Y y Z no son el problema. El problema es nuestra resistencia al cambio. Es nuestra negativa a dar un paso al costado y permitir que las nuevas generaciones redefinan lo que significa el éxito, lo que significa el trabajo, y lo que significa el liderazgo. Pensamos que los estamos protegiendo al mantener el control, pero en realidad estamos sofocando su capacidad de innovar, de romper esquemas, de crear algo mejor de lo que tuvimos.


Y aquí es donde el ego se vuelve peligroso—nos ciega a la oportunidad. La Generación Y y Z están exigiendo un tipo diferente de mundo, y en lugar de ver eso como una evolución, nuestro ego lo interpreta como una amenaza para nuestro legado. Pero aquí está la verdad que debemos aceptar: nuestro legado no está en mantener vivas las viejas formas. Está en empoderar a la próxima generación para que creen lo nuevo.


Cuanto más nos aferramos, más arriesgamos volvernos irrelevantes. Cuanto más tratamos de forzar a la Generación Y y Z a encajar en las cajas en las que nos metieron a nosotros, más estamos repitiendo los errores del pasado. Si la Generación X pudiera dejar de lado el ego, veríamos que esto no se trata de perder el control—se trata de pasar la antorcha de una manera que honre lo que hemos aprendido, mientras dejamos espacio para algo radicalmente nuevo.


Es hora de que la Generación X se dé cuenta de que nuestro rol ahora no es imponer las reglas—es guiar, mentorear, entrenar, y, lo más importante, escuchar. El futuro no pertenece a quienes se aferran al pasado. Pertenece a quienes son lo suficientemente valientes para soltar y dar paso a los visionarios que están listos para moldear lo que viene.

Ask Your Question To Paolo 

Compartir esta publicación
Iniciar sesión para dejar un comentario