Paolo, mencionaste que el sobrepensar a menudo funciona como un mecanismo de afrontamiento para evitar el dolor. ¿Podrías profundizar en esta idea?
Sobrepensar—ese carrusel mental que gira sin parar, intentando mapear cada escenario, predecir cada resultado, evitar cada error. Ya conoces el proceso: analizar, diseccionar, darle vueltas a algo en tu mente hasta que pierde toda su esencia y se convierte en una idea insípida y recalentada. Todos hemos estado ahí. Pero déjame decirte algo: el sobrepensar no se trata de ser cuidadoso o responsable. No se trata de tomar decisiones “mejores”. No, el sobrepensar es un mecanismo de defensa, un intento desesperado de protegernos del dolor, de la incomodidad de lo desconocido.
Mira, en el fondo, el sobrepensar está impulsado por el miedo. Es la manera que tiene nuestra mente de intentar controlar un mundo donde el control es solo una ilusión. Pensamos de más porque estamos aterrorizados de tomar la decisión equivocada, de exponernos y salir lastimados, de fallar y enfrentarnos a esa dura realidad. Es como si nuestro cerebro creara laberintos complejos de pensamientos, con la esperanza de que, si pensamos lo suficiente, podremos evitar cualquier sufrimiento futuro.
Pero aquí está la paradoja: el sobrepensar no nos protege del dolor. Lo crea. Nos encadena en un ciclo de duda y parálisis, haciéndonos sufrir las consecuencias de decisiones que ni siquiera hemos tomado aún. Imaginamos cada peor escenario posible y, al hacerlo, nos robamos la oportunidad de vivir plenamente. Nos quedamos atrapados, intentando superar al dolor con pensamientos, en lugar de enfrentar la vida tal como viene, cruda y real.
El sobrepensar nos da una falsa sensación de seguridad. Pensamos: Si lo analizo una vez más, me sentiré seguro. Estaré listo. Pero la realidad es que la vida no funciona así. Ninguna cantidad de pensamientos puede eliminar el riesgo, ningún ejercicio mental puede garantizar que nunca te lastimarás o decepcionarás. La verdad es que el sobrepensar te mantiene en un estado de espera, cómodo en un capullo de indecisión, pero perdiéndote la belleza y el caos de vivir realmente.
Piénsalo: ¿cuántas oportunidades hemos perdido por estar ocupados sobreanalizando? ¿Cuántos momentos se nos han escapado de las manos mientras intentábamos tomar la decisión “perfecta”? El sobrepensar se convierte en una barrera, una forma de quedarnos cómodos, incluso si esa comodidad es una prisión construida con ansiedad y "qué pasaría si".
La alternativa no es la imprudencia; es confiar en uno mismo. Es aprender a convivir con la incertidumbre, a entender que el dolor es parte de la vida, no algo que debemos evitar a toda costa. El dolor enseña, transforma, nos moldea en quienes estamos destinados a ser. En lugar de sobrepensar, necesitamos desarrollar el coraje para actuar, para tomar decisiones con todo el corazón y saber que, incluso si las cosas no salen como planeamos, nos adaptaremos, creceremos.
El sobrepensar se trata de miedo, pero la vida se trata de sentir. Se trata de abrazar el desorden, las imperfecciones, los fracasos. Porque solo cuando dejamos de intentar superar al dolor podemos experimentar verdaderamente la emoción, el asombro y la vitalidad de estar vivos. Así que, suelta la ilusión de seguridad que te ofrece el sobrepensar. Es hora de saltar, de actuar, de confiar en que, pase lo que pase, eres lo suficientemente fuerte para enfrentarlo. Porque, amigo mío, lo eres. Siempre lo has sido. Siempre lo serás.
Deja de Sobrepensar, Empieza a Vivir: Por Qué el Miedo Alimenta tu Laberinto Mental