Paolo, mencionas con frecuencia el pensamiento convencional y el autoconocimiento—¿podrías aclarar a qué te refieres con eso?
Muy bien, vamos a unir todo. Cuando hablo de pensamiento convencional y autoconocimiento, me refiero a dos fuerzas entrelazadas pero fundamentalmente diferentes que moldean cómo las personas abordan la vida, el trabajo y sus decisiones.
El pensamiento convencional es esa mentalidad predeterminada que nos impone la sociedad, la idea de que debemos seguir un camino establecido: obtener un título, encontrar un trabajo estable, ascender en la escala corporativa y medir el éxito por marcadores tradicionales como el estatus o la riqueza. Es una forma de pensar que mantiene a las personas atrapadas en rutinas y estructuras porque se siente seguro y predecible. La gente acepta estas normas sin cuestionar si realmente se alinean con sus valores más profundos o si tienen sentido en el mundo actual. El pensamiento convencional es cómodo—nos dice, "Así son las cosas y así deberían seguir." Es resistente al cambio y limita la innovación y la verdadera expresión personal.
Ahora, cuando hablo de autointerés o autoconocimiento, hay dos lados en esto.
Por un lado, en el sentido positivo, se trata de rechazar ese pensamiento convencional y profundizar en lo que realmente deseas, lo que te impulsa, cuáles son tus valores auténticos—no lo que la sociedad espera ni lo que otros definen como éxito. Se trata de darse cuenta de que la verdadera autonomía proviene de liberarse de las expectativas externas y vivir alineado con tu propia visión, con tu propio propósito. Se trata de ser honesto contigo mismo, de no conformarte con lo que el mundo te dice que es correcto, sino de reclamar tu propia narrativa y trazar tu propio rumbo. Aquí es donde dejas de seguir las reglas que te impusieron y comienzas a vivir según tus propios términos.
Pero, por otro lado, está el lado negativo de este autoconocimiento, que es donde las cosas se complican. En este caso, las personas piensan que están actuando de manera independiente, pero en realidad solo están alineando sus intereses personales con lo que les beneficia en el momento. Se convencen de que están tomando decisiones basadas en sus deseos, pero en realidad, solo están jugando dentro del sistema—conformándose mientras les sirva para su ganancia personal. Es el interés propio que se disfraza de libertad. La gente está dispuesta a desafiar el sistema hasta el punto en que deja de beneficiarlos, pero una vez que sus necesidades personales están satisfechas, dejan de cuestionar, dejan de empujar los límites. Se conforman con la comodidad siempre que se ajuste a sus intereses, y confunden eso con vivir auténticamente.
Este tipo de autoengaño es peligroso porque crea la ilusión de autonomía. Crees que estás en control, que estás actuando de acuerdo con tus propios valores, pero en realidad solo te mueves dentro de los confines de un sistema que te recompensa por conformarte. No estás desafiando el status quo—lo estás aceptando porque en ese momento te funciona. Es una forma pasiva de vivir, un compromiso disfrazado de libertad.
Así que, en el sentido positivo, el autoconocimiento se trata de una profunda conciencia de uno mismo, de rechazar la convención y de vivir auténticamente. En el sentido negativo, se trata de usar los intereses personales como una excusa para conformarse cuando es conveniente—desafiando el sistema solo cuando deja de beneficiarte.
Al final, el pensamiento convencional te mantiene atrapado, y el tipo incorrecto de autoconocimiento te engaña haciéndote creer que te has liberado cuando en realidad no lo has hecho. La verdadera libertad proviene de reconocer estas trampas y de superar ambas—alinear tu vida no solo con lo que te beneficia, sino con lo que realmente resuena con tu esencia, con lo que te desafía y te lleva más allá de la comodidad. Se trata de rechazar el camino fácil y elegir el que es profundamente, auténticamente tuyo, incluso cuando es difícil.