Paolo, mencionas a menudo que elegir vivir fuera de la red no se trata de supervivencia, sino más bien de un enfoque realista de la vida. ¿Podrías explicar eso un poco más?
Cuando hablo de vivir fuera de la red no como una opción de supervivencia, sino como una opción realista, estoy desafiando la narrativa convencional de que vivir desconectado de los sistemas tradicionales—redes eléctricas, infraestructuras urbanas, trabajos corporativos—es una especie de estilo de vida apocalíptico o marginal. En realidad, es una respuesta pragmática y visionaria al estado actual del mundo en el que vivimos.
Seamos realistas: estamos viviendo en una época en la que los sistemas de los que hemos dependido durante tanto tiempo—económicos, medioambientales, sociales—se están volviendo cada vez más frágiles. La idea de que puedes seguir el camino convencional, mantener la cabeza agachada, y todo irá bien es ingenua. Observa la inestabilidad de los mercados globales, las crisis ambientales, la creciente desconexión entre los valores de las personas y la forma en que se ven obligadas a trabajar y vivir. Depender totalmente de estos sistemas es cada vez más arriesgado de lo que la gente se da cuenta.
Vivir fuera de la red no se trata de huir de la sociedad, sino de tomar el control de tu vida, tus recursos y tu futuro. Se trata de autosuficiencia, lo cual, en el mundo actual, es una de las maneras más realistas de asegurar la estabilidad a largo plazo. Piénsalo: cuanto más independiente eres de los sistemas centralizados—ya sea de la electricidad, la producción de alimentos o el empleo—menos vulnerable eres a interrupciones, caídas económicas o la volatilidad constante que parece definir la vida moderna.
Y no se trata solo de sobrevivir, sino de libertad. Vivir fuera de la red te ofrece la posibilidad de diseñar tu vida de acuerdo con tus valores, en lugar de estar atado a sistemas que no te benefician ni a ti ni al planeta. Es realista porque se trata de construir resiliencia ante sistemas que nos están fallando cada vez más. Ya no dependes de una red que puede caerse en cualquier momento, ni de un mercado laboral que fluctúa salvajemente, ni de un sistema alimentario desconectado de la sostenibilidad.
Para mí, la decisión de vivir fuera de la red también es crear una nueva forma de vida, una que esté alineada con el futuro que necesitamos, no con el pasado al que nos aferramos. No se trata de prepararse para un día del juicio final, sino de reconocer que las formas tradicionales de vivir y trabajar están fallando, y es hora de repensar lo que significa ser autosuficiente, innovador y tener el control de tu propia vida.
Así que, cuando digo que vivir fuera de la red es realista, estoy diciendo que es una decisión inteligente y visionaria. No se trata de escapar de la sociedad, sino de crear una vida más sostenible, independiente y resiliente en un mundo donde depender de sistemas frágiles es cada vez más peligroso. Se trata de prosperar, no solo de sobrevivir, y hacerlo de una manera profundamente conectada con el futuro que queremos construir, no con los sistemas rotos en los que se nos dice que confiemos.