Paolo, ¿qué crees que te llevó a adoptar un enfoque diferente al de la mayoría de tus compañeros de la Generación X?
¿Qué me hizo diferente? No fue un solo momento—fue una serie de llamados de atención, un cúmulo de realizaciones que fueron golpeándome con el tiempo, rompiendo el condicionamiento con el que había crecido. Como muchos de la Generación X, crecí con las mismas reglas, la misma mentalidad: trabaja duro, sigue las normas, esfuérzate, sacrifica, y quizás, solo quizás, llegarás a algún lado. Pero siempre hubo una sensación persistente en el fondo de mi mente de que algo no estaba bien. Que el mundo al que tratábamos de ajustarnos estaba fundamentalmente roto.
La primera grieta en la armadura fue ver a las personas a mi alrededor—amigos, colegas—desgastarse. Hicieron todo “bien”. Siguieron el guion: obtuvieron los títulos, consiguieron trabajos estables, pusieron las horas, sacrificaron tiempo, salud, relaciones—solo para descubrir que el sistema no los recompensaba como se les había prometido. Estaban atrapados, insatisfechos, y algunos incluso perdieron sus empleos en momentos que no podían controlar. El sistema que nos dijeron que nos proporcionaría estabilidad y recompensaría la lealtad estaba fallando. Y no solo nos fallaba a nosotros; estaba fallando a las generaciones que venían detrás de nosotros, de manera aún más brutal.
Luego vino la realización de que las reglas no solo estaban desactualizadas—estaban manipuladas. Las estructuras corporativas, las carreras tradicionales, la mentalidad de "trabaja hasta agotarte"—todo estaba construido sobre la ilusión de que el control y la estabilidad se podían lograr si trabajabas lo suficientemente duro. Pero la verdad era que el suelo había cambiado. Las reglas antiguas ya no se aplicaban. El mundo estaba evolucionando, y las generaciones Y y Z estaban entrando en ese caos con más claridad sobre lo que querían y necesitaban. Y ahí fue cuando me di cuenta: ellos no eran el problema, nosotros lo éramos.
Lo que realmente me diferenció fue que dejé de ver a estas generaciones más jóvenes como los "rebeldes" que necesitaban ser domados o moldeados por la sabiduría de las generaciones mayores. En lugar de eso, los vi como los que tenían las respuestas, los que habían descubierto lo que la Generación X seguía resistiendo. Estaban rechazando el sistema, y con razón. No estaban dispuestos a aceptar los mismos sacrificios por una vida que no los llenaba. Y fue entonces cuando supe que tenía que comenzar a desaprender todo lo que creía saber sobre el trabajo, el éxito y el liderazgo.
Lo que realmente me hizo diferente fue abrazar el arte de soltar. Soltar la necesidad de controlar, dejar ir el ego que decía: "Sabemos lo mejor", y aceptar el caos de no saber. A la Generación X se le enseñó que el control era la clave del éxito, pero la realidad es que el mundo no es algo que puedas controlar—es algo con lo que debes aprender a bailar. Una vez que acepté esa idea, todo cambió. Me di cuenta de que el éxito en este nuevo mundo no se trata de dominar el sistema—se trata de reescribirlo.
También me di cuenta de que ser mentor no se trata de obligar a la siguiente generación a seguir nuestro camino. Se trata de crear espacio para que ellos creen el suyo propio, para que innoven, para que revolucionen. Las generaciones Y y Z no necesitan que les demos las respuestas. Necesitan que los orientemos, que los ayudemos a navegar el caos, que los empoderemos para que cuestionen todo y construyan algo nuevo. Y yo estaba listo para ese papel. No porque tuviera todas las respuestas, sino porque finalmente me di cuenta de que las respuestas siempre estaban en la próxima generación, esperando ser liberadas.
El mundo cambió más rápido de lo que nadie esperaba, y en lugar de intentar forzarlo de nuevo en las viejas formas, aprendí a fluir con él. Eso es lo que me hizo diferente. Dejé de aferrarme al pasado, dejé de intentar transmitir el legado de un sistema roto, y empecé a enfocarme en cómo todos podemos construir algo radicalmente mejor—juntos.
Así que, supongo que lo que me hizo diferente es que dejé de verme como un "representante" de la Generación X y empecé a verme como parte del puente. Un puente entre dónde hemos estado y hacia dónde vamos. No se trata de liderar desde el frente; se trata de empoderar el futuro desde el costado. Y ese cambio de perspectiva lo cambió todo para mí.