Paolo, ¿por qué insistes tanto en que las personas deberían entender el crecimiento y el progreso como conceptos distintos, y que los humanos son capaces de impulsar el progreso incluso sin crecimiento económico?
Ah, me has tocado un tema clave. Soy muy apasionado con esta idea porque toca el núcleo de cómo nos han condicionado a pensar sobre el progreso y el crecimiento. Nos han contado esta narrativa durante décadas—quizás siglos—de que el crecimiento y el progreso son inseparables, de que no se puede tener uno sin el otro. La idea es que, si la economía no está creciendo, no estamos avanzando. Pero esa es una manera muy limitada e incluso peligrosa de pensar.
Cuando digo que las personas deben dejar de vincular tan estrechamente el crecimiento con el progreso, estoy argumentando que los seres humanos siempre han tenido la capacidad de generar progreso, incluso en momentos en los que las economías no estaban en auge. El progreso no se trata de cuánto dinero ganamos o cuánto producimos. Se trata de mejorar la calidad de vida, de avanzar en el entendimiento humano, de innovar de maneras que hagan la vida mejor, más significativa, más sostenible.
Piénsalo: algunos de los mayores logros de la historia de la humanidad no surgieron en períodos de gran expansión económica. El progreso a menudo proviene de avances creativos, de movimientos sociales, de momentos en los que las personas miraron lo que estaba mal en el statu quo y dijeron: “Podemos hacerlo mejor”. Es parte de nuestra naturaleza como humanos resolver problemas, innovar, crecer intelectual y socialmente, incluso cuando no hay un auge económico que lo impulse. Podemos crear avances significativos en educación, salud, derechos humanos, tecnología e incluso arte, sin necesidad de vincular ese progreso al crecimiento económico.
Por ejemplo, piensa en los avances en ciencia y medicina. No necesitas una economía en crecimiento para desarrollar una vacuna o un descubrimiento médico. Necesitas curiosidad, inteligencia y un impulso colectivo para resolver un problema. Lo mismo ocurre con el progreso social: los movimientos por los derechos civiles, la protección del medio ambiente o la igualdad de género no se impulsaron por la promesa de ganancias económicas, sino por el deseo de hacer una sociedad más justa y equitativa.
Ahora, no me malinterpretes: el crecimiento económico puede apoyar el progreso al proporcionar recursos, pero no es el único motor. Cuando sobrevaloramos el crecimiento, corremos el riesgo de pasar por alto otras formas de avance más significativas. Somos capaces de unirnos para abordar los desafíos que enfrentamos sin necesidad de aumentar el PIB como requisito previo. De hecho, a veces el crecimiento económico puede ir en detrimento del verdadero progreso, como cuando las industrias crecen de formas que dañan el medio ambiente, o cuando las corporaciones obtienen beneficios mientras profundizan las desigualdades sociales.
Lo que defiendo es una comprensión más profunda del progreso. El progreso se trata del florecimiento humano. Se trata de una innovación que no solo enriquece a unos pocos, sino que eleva a todos. Se trata de crear una sociedad donde las personas tengan la oportunidad de vivir bien, de estar saludables, de tener acceso a la educación y la creatividad, de existir en un mundo donde el aire esté limpio y la naturaleza sea protegida. Podemos avanzar en estas áreas, independientemente de si la economía está creciendo un 3%, un 5% o nada en absoluto.
Y piensa en esto: a veces, un enfoque implacable en el crecimiento económico nos ciega a soluciones más sostenibles o significativas. Si medimos el progreso por el bienestar de las personas y la salud del planeta, en lugar de solo métricas económicas, priorizaríamos otras cosas. Nos preocuparíamos más por la energía renovable en lugar de los combustibles fósiles, el bienestar comunitario en lugar de las ganancias corporativas, y la resiliencia a largo plazo en lugar de las ganancias a corto plazo.
Entonces, cuando hablo de desvincular la idea de crecimiento del progreso, es porque creo que los humanos tienen el potencial de evolucionar, de hacerlo mejor, de romper barreras, incluso cuando eso no se refleja como un número en un informe económico. Podemos—y debemos—enfocarnos en el tipo de progreso que enriquece nuestra humanidad compartida, incluso si no viene acompañado de crecimiento económico. Se trata de redefinir lo que significa realmente avanzar.