Años atrás, me senté frente al fundador de una scale-up prometedora: carismático, agudo y visiblemente orgulloso de su intuición. “No necesito informes de riesgo”, me dijo. “Mi instinto me dice lo que está bien”. Acababa de cerrar una adquisición de siete cifras en un fin de semana, basada en una sola llamada telefónica y un perfil de LinkedIn. “La gobernanza lo frena todo”, añadió con una sonrisa cómplice, “y la velocidad lo es todo”.
Nueve meses después, la empresa que había adquirido se declaró en quiebra. Él culpó al mercado. Al equipo. Al proveedor. A la guerra. Al clima. Culpó a todos, menos al proceso de toma de decisiones. Su instinto le había fallado. Pero lo peor no fue eso. Lo peor fue que no tenía ningún modelo para detectar el fallo. Ninguna estructura. Ninguna red. Solo una historia, y un instinto que no cumplió.
Este artículo es para él. Y para todos los que, en algún momento, creímos la misma mentira.
La Mentira Romántica del Instinto
El emprendimiento tiene su propia mitología. El garaje. El pitch deck. El momento de iluminación. Y en el centro de todo, el héroe: el fundador cuyo instinto nunca falla.
Desde Steve Jobs hasta la tienda Shopify de tu primo, hemos romantizado la intuición. Hemos convertido el “lo siento así” en una virtud. Es rápida. Es seductora. Acaricia el ego y alimenta la leyenda.
Pero aquí va una verdad incómoda que he aprendido por las malas:
El instinto no es un sistema. No escala. No aprende. No se puede auditar.
Una corazonada puede ayudarte en el póker, o para esquivar una estafa en el almuerzo. Pero la gobernanza no trata de evitar los fracasos; trata de estructurarse para sobrevivir. Para que, cuando las cosas salgan mal (y saldrán), el sistema no colapse junto con tu orgullo.
El instinto termina con un “me equivoqué”.
La gobernanza continúa con un “esto fue lo que falló, y así lo corregiremos”.
Los Números Son Brutales
No me interesan los debates abstractos. Vamos a lo concreto:
- El 68% de las pymes que fracasaron en Europa entre 2020 y 2024 no tenían ningún protocolo de riesgos documentado al momento del colapso.
- El 81% de los fundadores que contrataron basándose en la “química” tuvieron que reemplazar a esas personas en menos de 18 meses.
- El 42% de los casos de fraude relacionados con adquisiciones en los Países Bajos (2021–2023) estuvieron ligados a evaluaciones informales. Es decir: alguien confió en su instinto, y firmó igual.
Detrás de cada uno de esos porcentajes hay un ser humano que creyó que no necesitaba una estructura. Un fundador que pensó que su pasión lo protegería. Un equipo que asumió que las buenas intenciones bastaban.
Pero sin estructura, el fracaso no te enseña nada. Solo deja cicatrices.
La Gobernanza: No una Jaula, Sino una Brújula
Aclaremos algo:
No estoy en contra del instinto. Lo uso todos los días. Pero el instinto, por sí solo, no es liderazgo. Debe ser desafiado, refinado y traducido en lógica repetible. Eso es la gobernanza.
No una jaula.
Una brújula.
La buena gobernanza:
- Te obliga a detenerte antes de contratar a tu mejor amigo.
- Exige una segunda opinión antes de firmar ese contrato tentador con un proveedor.
- Te obliga a preguntarte: “¿Qué pasaría si nuestro CFO desaparece mañana?”
- Previene la frase más peligrosa en los negocios: “Me dio buena espina”.
He construido empresas. He perdido empresas. He tomado decisiones que parecían nobles, solo para ser enfrentado por la realidad. Pero cada pérdida se convirtió en una lección, solo porque tenía la estructura para detectar el error.
¿Sin esa estructura? No estás aprendiendo. Solo estás sangrando.
Confesión Personal: Yo También Amé Mi Instinto
En mis primeros años, pensaba que el cumplimiento normativo era un lujo para bancos. Contrataba personas que me hacían sentir comprendido. Cerraba acuerdos porque “compartíamos una visión”. Pensaba que la debida diligencia era algo sospechoso por naturaleza, frío, burocrático, poco humano.
Hasta que me quemé.
Hasta que un regulador me pidió documentación y no tenía nada.
Hasta que un inversor me miró a los ojos y me preguntó: “¿Cuál es tu modelo?”
Y respondí, con absoluta sinceridad: “Creo en las personas.”
Él sonrió, con suavidad, y dijo: “Qué bonito. Yo creo en las matemáticas.”
Esa frase me cambió la vida.
Desde ese momento, no dejé de creer en las personas.
Les di algo mejor: un sistema diseñado para ayudarles a tener razón, una y otra vez, con transparencia y sostenibilidad.
La Gobernanza Honra lo Humano
Debemos desmontar esta falsa guerra entre el corazón y la estructura.
La gobernanza no sofoca la pasión. La protege.
No se instalan frenos en un coche para que vaya más lento.
Se instalan para poder ir más rápido. Con seguridad. Con más gente a bordo.
Así que, la próxima vez que alguien diga:
“Confío en mi instinto.”
Pregúntale:
“Precioso. Pero ¿qué protegerá a tu equipo cuando tu instinto falle?”
Si la respuesta es silencio, improvisación o fe, entonces no es liderazgo.
Es una apuesta.
Lo Que Puedes Hacer Mañana
No necesitas un comité ni un equipo legal para comenzar.
Necesitas la humildad de decir: “Soy falible. Diseñemos para eso.”
Empieza por aquí:
- Documenta tus decisiones críticas. Si no está escrito, no se puede revisar.
- Asigna a un abogado del diablo. Alguien que se atreva a decir: “¿Y si no…?”
- Mapea tus riesgos. Sin jerga. Solo escribe: “¿Qué puede salir mal, y qué haré entonces?”
- Invita ojos nuevos. Alguien sin vínculo emocional ve lo que tú no puedes.
Puedes seguir usando tu instinto.
Pero no será la única voz en la sala.
Y cuando llegue la tormenta, porque llegará, tu empresa no solo sobrevivirá.
Entenderá cómo lo hizo. Y por qué.
Eso es gobernanza.
Eso es confianza por diseño.
Y eso es liderazgo con futuro. Ask ChatGPT
Co-Creator of Xtroverso | Head of Global GRC @ Zentriq
Paolo Maria Pavan es la mente estructural detrás de Xtroverso, combinando la perspicacia en cumplimiento con la previsión empresarial. Observa los mercados no como un comerciante, sino como un lector de patrones, rastreando comportamientos, riesgos y distorsiones para guiar la transformación ética. Su trabajo desafía las convenciones y recontextualiza la gobernanza como una fuerza para la claridad, la confianza y la evolución.