Paolo, a menudo resaltas la necesidad de un espacio compartido entre la Generación X, la Generación Y y la Generación Z para abordar los desafíos que enfrentan las generaciones más jóvenes. ¿Podrías explicar esto más a fondo?
Está bien, déjame desglosarlo para ti: esta idea de una “mesa compartida” entre generaciones no se trata solo de lograr la paz entre la Generación X, los Millennials y la Generación Z. Se trata de encender algo nuevo, algo que ninguno de nosotros puede crear por su cuenta. Piénsalo así: cada generación tiene una perspectiva diferente del mundo, moldeada por sus experiencias, sus luchas y la época en la que crecieron. Cuando juntamos esas perspectivas, es como encender una chispa en el borde de lo posible. Ahí comienza el fuego.
La Generación X, personas como yo, crecimos en un mundo analógico, donde la paciencia, la resiliencia y una visión a largo plazo estaban arraigadas en nosotros. Fuimos los que vimos explotar la era digital desde cero. Sabemos lo que es adaptarse, resistir tormentas. Los Millennials han vivido el cambio, navegando constantemente entre la estabilidad y la incertidumbre. Son el puente entre lo viejo y lo nuevo, siempre buscando equilibrar la tradición con el progreso. Y luego está la Generación Z: los nativos digitales. Nunca han conocido un mundo sin conectividad constante, acceso instantáneo y el deseo ardiente de ver el cambio rápido.
Entonces, cuando hablo de esta mesa compartida, no se trata solo de intercambiar historias o intentar relacionarse a través de las brechas generacionales. Se trata de aprovechar esas diferencias para crear soluciones que nunca habíamos considerado antes. La sabiduría de la Generación X, la adaptabilidad de los Millennials, la innovación audaz de la Generación Z: esa es una combinación poderosa. Y es así como resolvemos problemas que son más grandes que cualquier generación.
Piensa en esto: la Generación Z está impulsada por temas como el cambio climático y la necesidad de un trabajo auténtico y con propósito. Los Millennials a menudo se debaten entre seguir sus pasiones y encontrar seguridad financiera. Mientras tanto, la Generación X ha visto erosionarse la estabilidad: esos trabajos estables, las trayectorias profesionales tradicionales que están desapareciendo frente a nuestros ojos. Pero cuando nos unimos, estos no son solo problemas aislados. Se convierten en desafíos colectivos que podemos abordar desde todos los ángulos. La urgencia de la Generación Z sobre el medio ambiente se amplifica con el enfoque práctico y estratégico de la Generación X, y las habilidades de construcción de puentes de los Millennials. No se trata de resolver un problema a la vez, sino de crear soluciones que resuenen a través de generaciones.
Y aquí es donde se vuelve aún más crítico. La Generación X, hemos estado aquí el tiempo suficiente para saber que no basta con entregar las llaves del futuro. Tenemos la responsabilidad de transmitir las lecciones que hemos aprendido sobreviviendo a décadas de cambio. Pero también debemos ser lo suficientemente humildes como para aprender de las generaciones más jóvenes. Porque las generaciones Y y Z están reescribiendo las reglas del juego, ya sea sobre inclusividad, salud mental o replantear el lugar de trabajo. No son solo el futuro, están moldeando el presente. Y necesitamos escucharlos.
Lo clave para que esta mesa funcione es dejar el ego. Es darse cuenta de que ninguna generación tiene todas las respuestas. La Generación X tiene que aceptar que no podemos aferrarnos a cómo solían ser las cosas. Los Millennials tienen que abrazar el caos y la imprevisibilidad del mundo actual. Y la Generación Z necesita entender que la innovación no significa borrar el pasado, sino evolucionarlo.
Sentarse juntos en la mesa es más que un gesto simbólico. Se trata de colaborar, empatizar y crear un futuro que honre de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos. Esto no es sobre jugar a lo seguro o aferrarse a lo que ya conocemos. Es sobre construir un mundo que no encaje solo en la idea de éxito de una generación, sino uno que se construya sobre lo mejor de todos nosotros.
Tenemos que estar listos para desafiarnos entre nosotros, para provocar esas conversaciones incómodas y para poner en juego nuestras diferentes fortalezas. Ahí es donde ocurre la verdadera magia, cuando las generaciones chocan y, en lugar de competir, crean algo que ninguno de nosotros podría haber imaginado solo.
Esa es la fuerza de la mesa compartida. ¿Estás listo para tomar asiento?